Friday, March 20, 2015

Colombia: El Tren Turistico de Bogota a Zipaquira

En el tren histórico de Bogotá a Zipaquirá: Un viaje con mi padre.

Me siento feliz cada vez que viajo en tren. Llegan a mí recuerdos preciosos de papá, cuando de niño, yo pasaba días con él en las estaciones donde trabajaba.

Pasaba los días explorando las estaciones de tren, escondiéndome en los vagones vacíos, sentado en la oficina de mi papá o ayudándole con los inventarios. Me encantaban esos días. Todavía esas memorias siguen frescas en mi mente.

Al final del día, cuando llegaba un tren con destino a Plattsburgh, mi papá me ponía en las manos del conductor para cuidarme.. Mi papá conocía a todos los empleados y él sabía que yo estaba seguro.

Al final del día, justo cuando llegaba un tren con destino a Plattsburgh, mi papá me colocaba en el lugar del conductor. Como él conocía a todos los empleados, sabía que yo estaba a salvo.

Ya bien en la locomotora o en algún asiento en los vagones entre/de los pasajeros, de todos estos momentos, mis favoritos eran cuando andaba (¿de caminar o estar?) en los cabúses. Siempre que llegaba a casa, mi mamá estaba esperándome.

Lo anterior que relato fue hace muchos años. En la actualidad no hay muchos trenes de pasajeros y dejar que un niño haga lo mismo que yo hice sería probablemente ilegal. Debido a estas gratas experiencias, cada vez que tengo la oportunidad de tomar un tren la aprovecho.

De este modo, muy temprano en la mañana del 14 de marzo, vi a mi amiga Sandra para tomar juntos el tren histórico de Bogotá a Zipaquirá (un viaje de 50 kilómetros y 9 horas).

Yo supe que el día sería muy memorable y también sabía que pasaría el día con el espíritu de mi papá. ¡No me decepcioné! Me sentía lleno de emoción. Podía sentir la presencia de papá en mí. Estaba muy contento cuando salimos la estación de ferrocarril de Bogotá a las 8:36.

El tren se movía muy lento, a no más que 25 kilómetros por hora. Estaba disfrutando un tren clásico con una antigua locomotora a vapor y diesel, con vagones de los años 50 y 60 amorosamente restaurados. Este semejaba a un tren de mi infancia.

Nos movimos lentamente a través de los vecindarios de la ciudad, pasando “casas” de madera y lona, mismas que los indigentes han construido. Dentro del tren yo disfrutaba de un momento de lujo, mientras afuera, los pobres estaban vivían vidas muy diferentes. ¡Qué pena!

El tren seguía su viaje lento a través de los suburbios de Bogotá. Pasamos por campos de vacas, ovejas y jardines llenos de papas. Pasamos por casas muy modernas y casas hechas de ladrillos, por cierto muy feas y no del todo acabadas -casas sin color y sin carácter-, en otras palabras, casas muy similares a muchas de América del Sur donde existen diferencias gigantes entre ricos y pobres.

Había una banda papayera a bordo, música típica de Colombia. Los músicos viajaban hasta Zipaquirá y pasando un cierto tiempo en cada vagón. Hubo un cumpleaños y me sorprendí al escuchar “Las Mañanitas.” Pensé que la canción era conocida solamente en México. La banda cantó tres canciones en cada vagón, música muy similar a la de “banda” en México. Pude haber escuchado mucho más pero eran ocho vagones y la banda canta en cada uno de ellos.

El tren siguió hacía Zipaquirá, una ciudad muy famosa por su antigua mina de sal donde los mineros en los años 40 construyeron 14 estaciones de la Cruz y una catedral dentro de una montaña.

Las minas habían sido usadas desde la época de los Muiscas, los nativos de Colombia en los años anteriores a la Conquista. Los indígenas habían explotado las minas, no obstante todavía existen reservas inmensas.

En el corazón de la montaña fue edificada una catedral al interior (enorme). Se inauguró en 1954. De la entrada de la mina a la catedral hay una distancia de 500 metros; dentro se albergan 14 capillas de las estaciones de la cruz. Cada estación fue esculpida en piedra o ha grabada en la pared de roca.

La catedral está ubicada a 200 metros bajo la tierra y es una iglesia católica. Más de 3,000 personas usan la iglesia cada domingo para asistir una misa. La catedral de Sal de Zipaquirá es considerada como uno de los logros arquitectónicos y artísticos más notables de la arquitectura colombiana, otorgándosele incluso el título de joya arquitectónica de la modernidad. La importancia de la catedral, radica en su valor como patrimonio cultural, religioso y ambiental.

Las minas ya tenían tradición de santuario religioso por los mineros antes de la construcción de la catedral, la cual fue dedicada a Nueastra Señora del Rosario que en la religiosidad católica es la Patrona de los Mineros.

Cuando terminamos nuestra visita, tomamos un camión al pueblo de Cajicá, a 15 km de Zipaquirá donde esperaba el tren. Tuvimos tiempo para tomar fotos y comer un almuerzo típico de Colombia: costillas, arroz, yuca y banano. Había visitado una panadería más temprano y cuando salimos del restaurante regresamos para comprar un postre. Elegí un pudín de guayaba con un merengue encima -lo digo enserio, ¡fue uno de los más deliciosos postres en mi vida!-.

A las 4:00 abordamos el tren para regresar a Bogotá. La misma banda que anteriormente tocaba nos entretuvo. Sandra se durmió; yo, todavía estaba emocionado y un poco triste porque nuestro día en el tren histórico estaba terminando.

Ya no hay muchos trenes en las Américas. Han pasado mucho inverneos del día cuando el autor Americano, Paul Theroux, salió de su casa de Boston en los años 70, se encaminó a la Estación de Sur, tomó un tren a la frontera entre México a Panamá y, posteriormente tomó una serie de trenes de Venezuela a Ushuaia, Argentina. Su libro, La Trochita, escrito en 1979, es un clásico del género de la literatura de viaje.

Dos horas más tarde llegamos a Bogotá. Fue un viaje de 50 km pero, también uno de 60 años en el tiempo. Fue un día maravilloso, en el cual compartí mi asiento con mi amiga Sandra así como con el espíritu de mi padre.

Fue un día excitante, lleno de memorias, emociones, de días pasados. Pero, sobre todo, un día en el presente, un día para compartir, un nuevo recuerdo con mi amiga Colombiana.

Al regresar a casa tuve la sensación de un cansancio, pero se trataba de un cansancio satisfactorio. Le di gracias a Dios por el día y casi de inmediato me quedé dormido.


Gracias a Salvadore L., Carlos C., y Wikipedia

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