Villa
de Leyva, Colombia
13
de marzo de 2015
Latitud
5º 39' N
Aún
ahora las palabras “Villa de Leyva” generan en mí un rango de
sensaciones. De todos los lugares que visité en mis seis días en
Colombia, fue el lugar más especial.
Decidimos
dedicar un día a este pueblo y sus alrededores.
Villa
de Leyva es un pueblo de 5,000 habitantes, muy pequeño, pero lleno
de cosas por hacer y ver. Fue fundado en 1572 y desde entonces ha
sido un lugar popular para vivir y descansar. Es casi un ejemplo
perfecto de arquitectura colonial perfectamente preservado.
Localizado a 2,140 metros sobre el nivel del mar tiene un clima muy
agradable; es seco, ya a su vez es saludable y amigable.
Por
supuesto, hay museos e iglesias, pero quisimos pasar el día afuera.
Era un día típico—cómodo con nubes blancas en contraste con el
azul profundo del altiplano. El día brillaba.
Hace
120 millones de años, Villa de Leyva, estuvo en el fondo del mar. Y
la región es conocida por sus fósiles marítimos. Es uno de los
mejores lugares en Colombia para encontrar fósiles.
Fuimos
a un museo que contiene un fósil de 12 metros de un Kronosaurus—
un réptil que se parece a un cocodrilo. Este fósil era un “bebé.”
No puedo imaginarme a los adultos.
Había
un museo con muchos más fósiles de hojas, flores, serpientes,
amonitas y dientes de tigres.
Después
de visitar el museo, tomamos el camino a un lugar que se llama
“Observatorio Sola Muisca” o “El Infiernito”--un nombre usado
por los españoles para asustar los nativos. Hay más de que 50
monolitos clavados en la tierra, de carácter fálico, funerarios y
astronómicos.
Hace
2,000 años, este sitio fue usado por los Muiscas para determinar las
estaciones del año. Los monolitos fálicos fueron usados en los
actos culturales celebrados en honor al sol.
Me
encantó este lugar, localizado a 4 km de Villa de Leyva, y 300
metros arriba del valle. Fuimos las únicas personas que estuvieron
en el observatorio. Había un silencio profundo, yo podía escuchar
el sonido del viento, el cacareo de los gallos y, ocasionalmente, un
coche subiendo el camino en la distancia. En frente de nosotros,
podía ver los senderos al subir los
cerros y vi también las faldas de las montañas. Podía oler el
aroma de los eucaliptos el sol de mediodía.
Pude
ver muchas variedades de árboles de Boyacá—robles, sauces, pinos
y muchos tipos de cactus.
Estaba
muy contento de quedarme en este lugar, pero era tiempo para seguir
nuestro día en Villa de Leyva. Manejamos al Convento de Ecce Homo.
Es un edificio de adobe y piedra, fundado en 1620 por los
dominicanos. De nuevo, fuimos los úniicos y tuvimos acceso a todo el
convento.
Los
frailes se fueron del convento hace muchos años. Hoy es un museo y
un hotel. A mí me gustaría pasar varias noches aqui. Con las
vistas, el aire fresco y el silencio, sería un buen lugar para
descansar. Los jardines estuvieron llenos de flores—nochebuenas,
jamaicas, bugambilias, margaritas, geranios, adelfas y amarilis. En
una latitud de 4º norte con un altidud de 2,200 metros, casi todo
puede crecer.
Hay
dos curiosidades en el convento. Primero, el piso en la entrada está
construido con cientos de fósiles de flores, hojas y amonitas.
Dentro del convento, hay una serpiente fosilizado de cinco metros.
¡Es fascinante!
Pero,
las nubes amenazaron una tormenta y podíamos sentir gotas de lluvia.
Salimos por Villa de Leyva. Pasamos granjas de patatas--el cultivo
más común aquí. También había granjas con cultivos de maíz y
tomates. Pasamos burros, cabras, ovejas, vacas y colmenas.
Esta
parte del mundo no conoce las estaciones del año, no conoce tiempos
de frio o de calor. Los días son iguales todo el año—casi 12
horas de luz y 12 horas de oscuridad. Probablamente las granjas
pueden producir más que dos cultivos en un año.
Llegamos
a nuestro hotel en tiempo para tomar un descanso corto. Esa noche,
caminamos al centro del pueblo, a la Plaza Mayor. Elegimos un
restaurante con un balcón donde disfrutamos una buena vista de la
plaza y los edificios antiguos.
Al
final, empezó llover—una lluvia poderosa resonando contra las
piedras en la plaza y goteando de los aleros del techo del
restaurante. Fue casi mágico.
Esperamos
hasta la lluvia terminara y regresamos al hotel.
Pude
haberme quedado más tiempo en Villa de Leyva, subiendo los senderos,
andando en bicicleta en los caminos alrededor del pueblo, buscando
fósiles.
Pero,
tenia seis días en Colombia y no había suficiente tiempo de
quedarme en esa hermosa comunidad. Aunque Villa de Leyva era mi tipo
de pueblo era tiempo salir.
Supe
que regresaría!
No comments:
Post a Comment