Tuesday, March 17, 2015

Colombia: Villa de Leyva--el Desierto Alto de Boyacá, Colombia

Villa de Leyva, Colombia
13 de marzo de 2015
Latitud 5º 39' N

Aún ahora las palabras “Villa de Leyva” generan en mí un rango de sensaciones. De todos los lugares que visité en mis seis días en Colombia, fue el lugar más especial.

Decidimos dedicar un día a este pueblo y sus alrededores.

Villa de Leyva es un pueblo de 5,000 habitantes, muy pequeño, pero lleno de cosas por hacer y ver. Fue fundado en 1572 y desde entonces ha sido un lugar popular para vivir y descansar. Es casi un ejemplo perfecto de arquitectura colonial perfectamente preservado. Localizado a 2,140 metros sobre el nivel del mar tiene un clima muy agradable; es seco, ya a su vez es saludable y amigable.

Por supuesto, hay museos e iglesias, pero quisimos pasar el día afuera. Era un día típico—cómodo con nubes blancas en contraste con el azul profundo del altiplano. El día brillaba.

Hace 120 millones de años, Villa de Leyva, estuvo en el fondo del mar. Y la región es conocida por sus fósiles marítimos. Es uno de los mejores lugares en Colombia para encontrar fósiles.

Fuimos a un museo que contiene un fósil de 12 metros de un Kronosaurus— un réptil que se parece a un cocodrilo. Este fósil era un “bebé.” No puedo imaginarme a los adultos.

Había un museo con muchos más fósiles de hojas, flores, serpientes, amonitas y dientes de tigres.

Después de visitar el museo, tomamos el camino a un lugar que se llama “Observatorio Sola Muisca” o “El Infiernito”--un nombre usado por los españoles para asustar los nativos. Hay más de que 50 monolitos clavados en la tierra, de carácter fálico, funerarios y astronómicos.

Hace 2,000 años, este sitio fue usado por los Muiscas para determinar las estaciones del año. Los monolitos fálicos fueron usados en los actos culturales celebrados en honor al sol.

Me encantó este lugar, localizado a 4 km de Villa de Leyva, y 300 metros arriba del valle. Fuimos las únicas personas que estuvieron en el observatorio. Había un silencio profundo, yo podía escuchar el sonido del viento, el cacareo de los gallos y, ocasionalmente, un coche subiendo el camino en la distancia. En frente de nosotros, podía ver los senderos al subir los cerros y vi también las faldas de las montañas. Podía oler el aroma de los eucaliptos el sol de mediodía.

Pude ver muchas variedades de árboles de Boyacá—robles, sauces, pinos y muchos tipos de cactus.

Estaba muy contento de quedarme en este lugar, pero era tiempo para seguir nuestro día en Villa de Leyva. Manejamos al Convento de Ecce Homo. Es un edificio de adobe y piedra, fundado en 1620 por los dominicanos. De nuevo, fuimos los úniicos y tuvimos acceso a todo el convento.

Los frailes se fueron del convento hace muchos años. Hoy es un museo y un hotel. A mí me gustaría pasar varias noches aqui. Con las vistas, el aire fresco y el silencio, sería un buen lugar para descansar. Los jardines estuvieron llenos de flores—nochebuenas, jamaicas, bugambilias, margaritas, geranios, adelfas y amarilis. En una latitud de 4º norte con un altidud de 2,200 metros, casi todo puede crecer.

Hay dos curiosidades en el convento. Primero, el piso en la entrada está construido con cientos de fósiles de flores, hojas y amonitas. Dentro del convento, hay una serpiente fosilizado de cinco metros. ¡Es fascinante! 

Pero, las nubes amenazaron una tormenta y podíamos sentir gotas de lluvia. Salimos por Villa de Leyva. Pasamos granjas de patatas--el cultivo más común aquí. También había granjas con cultivos de maíz y tomates. Pasamos burros, cabras, ovejas, vacas y colmenas.

Esta parte del mundo no conoce las estaciones del año, no conoce tiempos de frio o de calor. Los días son iguales todo el año—casi 12 horas de luz y 12 horas de oscuridad. Probablamente las granjas pueden producir más que dos cultivos en un año.

Llegamos a nuestro hotel en tiempo para tomar un descanso corto. Esa noche, caminamos al centro del pueblo, a la Plaza Mayor. Elegimos un restaurante con un balcón donde disfrutamos una buena vista de la plaza y los edificios antiguos.

Al final, empezó llover—una lluvia poderosa resonando contra las piedras en la plaza y goteando de los aleros del techo del restaurante. Fue casi mágico.

Esperamos hasta la lluvia terminara y regresamos al hotel.

Pude haberme quedado más tiempo en Villa de Leyva, subiendo los senderos, andando en bicicleta en los caminos alrededor del pueblo, buscando fósiles.

Pero, tenia seis días en Colombia y no había suficiente tiempo de quedarme en esa hermosa comunidad. Aunque Villa de Leyva era mi tipo de pueblo era tiempo salir.

Supe que regresaría!

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